En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo
poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con
mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba
necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el
dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía
según lo que necesitaba cada uno.
Hechos de los Apóstoles (4,32-35)
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