Al anochecer, como era el día de la
Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que
también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió
el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya;
y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el
cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la
sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la
entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José,
observaban dónde lo ponían.
MC
15, 42-47
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